Origen y Evolución de la Democracia en la República Dominicana (página 2)
Con su gobierno
efímero el profesor Juan
Bosch demostró al pueblo lo que él mismo
había predicado cuando dijo: "el poder es una
fuerza
creadora si se usa a favor del pueblo; es una fuerza destructora
y nefasta si se usa contra el pueblo".
Lamentablemente ese gobierno no fue asimilado por la
sociedad
Dominicana de la época y mucho menos por los
sectores de poder nacionales e internacionales.
El gobierno de los siete meses fue derrocado por un golpe de estado
en el año de 1963, a raíz del mismo se
instauró un triunvirato para organizar elecciones
nuevamente. Este golpe de estado
provocó el 24 de abril de 1965, el estallido de la
Revolución
Constitucionalista que más tarde se convertiría en
una guerra patria,
debido a la segunda intervención norteamericana en
territorio dominicano.
Una vez terminada la Revolución de abril, se
formó un gobierno provisional que convocó a
elecciones en el año de 1966, en las cuales resultó
electo presidente constitucional de la
República el Dr. Joaquín Balaguer considerado
heredero político de Trujillo. Este gobierno y los dos
sucesivos a éste se conocerían indistintamente como
el famoso gobierno de los doce años.
A principios de los
años setenta sólo había dos fuerzas políticas
determinantes en el país, el Partido Revolucionario
Dominicano fundado por Juan Bosch cuando se encontraba en el
exilio, del que renunció en 1973, y pasó a ser
dirigido por el Dr. José Francisco Peña
Gómez; y el Partido Reformista, fundado por el Dr.
Joaquín Balaguer, pero también a comienzo de la
misma década nació de las entrañas de Juan
Bosch el Partido de la Liberación Dominicana.
Estas tres fuerzas iban a gravitar en el ámbito
político nacional de manera determinante y fueron las
llamadas a mantener la incipiente Democracia
Dominicana en equilibrio.
Las elecciones de 1966, totalmente condicionadas por la
intervención militar estadounidense y signada por el
fraude a favor de
Joaquín Balaguer, implicaron un paso decisivo en ese
proceso de
reconstrucción y readecuación del viejo orden, a
todas luces dirigido a reforzar la hegemonía del capital
imperialista, a garantizar la consolidación y
expansión de la burguesía dependiente, a recomponer
el reinado de la impunidad, a
diezmar y derrotar (por la vía del terrorismo de
Estado y de todas las técnicas
de contrainsurgencia) las fuerzas revolucionarias sensiblemente
fortalecidas en el curso de la insurrección de Abril y de
la heroica resistencia
antiyanqui.
Factores que facilitaron
la transición democrática
El gobierno de los 12 años de Balaguer (1966-1978)
combinó elementos autoritarios con otros facilitadores de
una futura transición democrática.
Los elementos autoritarios incluyeron: el uso de la
represión política como
mecanismo importante de control social,
sobre todo, contra la izquierda, los sindicatos, y
otros grupos
disidentes; la austeridad salarial impuesta de manera prolongada
por el gobierno de Balaguer; la personalización del poder
y la concentración de la toma de
decisiones políticas en el Presidente; las
excesivas cuotas de poder político y económico que
tenían los militares; la nulidad del poder
legislativo; la subordinación del poder judicial al
ejecutivo; y las irregularidades electorales que aseguraron la
reelección de Balaguer en 1970 y 1974.
Estos elementos constituyeron retranques importantes para la
democratización tanto en el gobierno de los 12 años
de Balaguer como después de la transición de
1978.
Los elementos facilitadores de la transición
democrática fueron: la permanencia de la estructura
formal del Estado (Balaguer no clausuró ninguno de los
poderes públicos); la tolerancia de la
oposición política menos radicalizada; la política
económica de incentivos al
desarrollo del
empresariado privado, lo cual facilitó no sólo el
desarrollo de una nueva clase
empresarial, sino también la expansión de las capas
medias; la subordinación del poder militar al poder civil
de Balaguer; y las condiciones internacionales,
particularmente, la mayor presencia de la social democracia en
América
Latina y los inicios de una política de apoyo a los
derechos
humanos durante la
administración del Presidente Jimmy Carter de los
Estados
Unidos.
Entre 1966 y 1975, dominaron los elementos autoritarios del
balaguerismo en un contexto internacional de Guerra
Fría. A partir de 1976, el Partido Revolucionario
Dominicano (PRD), principal opositor de Balaguer, enfatizó
su política de vinculación con la social Democracia
europea y experimentó un proceso de
desradicalización, presentándose como una
opción viable de poder a nivel electoral.
Por otra parte, el modelo
centralizado de desarrollo
económico, que suponía un empresariado sumiso,
comenzaba a encontrar obstáculos dentro de la misma clase
empresarial que se hacía cada vez más diversa y
mostraba asomos de insubordinación a Balaguer. Por su
parte, sectores importantes de la clase media comenzaron a
levantar la reivindicación democrática como un
objetivo
central.
En estas nuevas condiciones, las posibilidades de un fraude
electoral en 1978 para garantizar el triunfo de Balaguer se
achicaron.
El PRD enfocó una campaña electoral en torno a un
candidato conservador (Antonio Guzmán), que
contribuía a derrumbar el mito del
radicalismo político perredeísta.
Con una fuerte base social de apoyo construida desde los
años sesenta y un entorno internacional más
favorable, el PRD pudo exitosamente participar en las elecciones
de 1978.
El intento de fraude electoral en el conteo de votos
generó una crisis
política interna que tuvo eco a nivel internacional, y
tanto la Internacional Socialista como los Estados Unidos,
expresaron su oposición al fraude, facilitando así
el proceso de transición política en 1978. La
lección política más importante de aquel
entonces fue que, aún en condiciones adversas, el
compromiso político era preferible a la imposición
absoluta. Balaguer, después de asegurar una mayoría
para su partido en el Senado, producto de un
conteo sospechoso de votos a nivel provincial, aceptó
dejar la presidencia.
El PRD, por su parte, decidió asumir la presidencia a
pesar de las irregularidades cometidas en el conteo de los votos
a nivel provincial. Este pacto implícito sellaría
la modalidad política que caracterizaría en
años subsiguientes la relación entre los
líderes políticos.
EL PROCESO
DEMOCRÁTICO DOMINICANO:
AVANCES, RETROCESOS Y RIESGOS
La transición democrática que se produjo en la
República
Dominicana en 1978 inició la ola de aperturas
políticas que se expandió por América
Latina durante los años ochenta. Fue una transición
poco notada en el contexto latinoamericano, porque a diferencia
de las otras transiciones democráticas de América
Latina, la Dominicana se produjo desde un gobierno civil
autoritario, no militar (el de los 12 años de
Joaquín Balaguer, 1966-1978).
A pesar de la escasa atención que recibió la
transición Dominicana de 1978, vale la pena resaltar en el
contexto de precariedad democrática que caracteriza en la
actualidad muchos países de la región, que la
República Dominicana registra la Democracia más
antigua de la última ola de aperturas.
A pesar de sus significativas limitaciones, la Democracia
Dominicana se ha mantenido por 25 años, aunque en la
actualidad, al igual que otras democracias latinoamericanas,
enfrenta riesgos de
desgaste y crisis sistémica.
El propósito de este artículo es analizar las
fortalezas y debilidades, los avances y retrocesos de la
Democracia Dominicana, y los riesgos que enfrenta en la
actualidad.
Con este objetivo, se abordan tres temas centrales: 1) los
factores que facilitaron la transición democrática
de 1978, 2) las principales conquistas y los principales
obstáculos en el proceso de democratización, y 3)
la coyuntura actual de crisis económica e institucional,
el desencanto político, y su posible impacto en el
régimen democrático.
ESTADO, DEMOCRACIA Y GOBERNABILIDAD
La gobernabilidad democrática no está
determinada únicamente por la capacidad de los gobiernos
para responder a las demandas de la sociedad. Es sobre todo un
ejercicio de fortalecimiento del estado de
derecho, una constante relación de construcción ciudadana y un permanente
proceso de rendición de cuentas y
transparencia de las instituciones
públicas ante la sociedad. De esta forma, la
gobernabilidad democrática se sostiene en una cultura
política democrática, en el respeto a
derechos y
deberes ciudadanos y en la capacidad de los representantes del
estado de ser eficientes y transparentes en el manejo de las
instituciones públicas.
En esta perspectiva, en el país la gobernabilidad
democrática atraviesa por serios problemas de
legitimación del sistema
político ante los ciudadanos, como a
continuación mostramos.
Transparencia y corrupción en el estado y la
sociedad.
Uno de los principales obstáculos que enfrenta la
gobernabilidad democrática en América Latina es la
falta de confianza en las instituciones y la percepción
de la corrupción
como un acto generalizado en toda la vida pública.
Sí entendemos la gobernabilidad como la creación
de un ambiente
propicio para el dialogo y la
concertación entre los actores sociales, económicos
y políticos relevantes, es indudable que la
percepción de la confianza del ciudadano en cada
institución, es decir la percepción de que cada uno
de ellas cumplirá cabalmente y de acuerdo a las reglas del
juego con el
rol que se les corresponde, será determinante en esa
capacidad de negociación.
Vista de esa manera la gobernabilidad es un atributo tanto del
estado como de la sociedad civil, y
uno de sus pilares es la transparencia y el control ciudadano de
las acciones
pública.
PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y
CIUDADANÍA
La diferencia entre una democracia puramente electoral y con
una ciudadanía de baja intensidad, frente a
una fuerte, sostenible y que puede asumirse como el
régimen político que posibilita que las personas
desarrollen sus potencialidades al máximo, es la
participación de la ciudadanía en todos los
ámbitos de la vida pública y a través de los
diversos medios
posibles.
En las sociedades
democráticas los partidos
políticos se convierten en el medio idóneo para
acceder al gobierno; por lo tanto, son el principal canal para la
participación política, aunque no el
único.
En las democracias los partidos son importantes porque a
través de ellos se canaliza la competencia
política, porque la existencia de la oposición
impone límites a
los que están en el gobierno, y en ese sentido, los
conflictos
entre los partidos en el gobierno y los partidos de
oposición ayudan a establecer normas y reglas
democráticas.
Pero, para esto se necesitan partidos modernos que representen
los diversos intereses de la sociedad, o por lo menos que digan
encarnar propuestas de ordenamiento social diferentes.
El optimismo de la
democracia dominicana
Por lo tanto, si después de 800 años nuestra
democracia dominicana no muestra signos de
demencia senil, si no todo lo contrario, es porque todavía
es creativa y fértil, debido a que la democracia para
nosotros no es únicamente una forma de gobierno.
En otras palabras, la democracia es una expresión
institucional básica de la espiritualidad de la Orden. La
condición fundamental y primera del éxito
de los dominicos durante estos 8 siglos de haber experimentado
con la democracia, ha sido una mejor comprensión del hecho
que, la democracia, aún cuando de modo secundario
pertenece al campo de la política, es ante todo una tarea
espiritual.
Esto no cambia el hecho de que la democracia es un experimento
audaz, y es audaz porque la espiritualidad de la democracia es
sin lugar a duda optimista. ¿No es realmente audaz saber
que los hermanos enviados a "los confines de la tierra" no
sólo encontrarán una lengua y unos
objetivos
comunes sino que también llevarán a cabo un
autogobierno efectivo, sin mirar si éstos "confines" se
extienden desde Castilla al país de los cumanos, de
Noruega a la República de Sudáfrica, de
Canadá a Vietnam? ¿No es audaz decir que
ésta comunidad, que
es capaz de autogobernarse y de llevar a cabo sus objetivos
comunes, incluye gente famosa, predicadores populares,
extrovertidos e introvertidos, pragmatistas e incluso iluminados,
o también economistas y artistas?
¿No es audaz decir que ésta comunidad se
irá renovando de generación en
generación?
La espiritualidad de la democracia es audaz porque es
optimista; y al mismo tiempo es
dominicana porque el optimismo incluido en ésta forma de
gobierno, es otra manera de expresar el mismo optimismo que
encontramos en las cartas de
Jordán a Diana, o en los frescos de fra Angélico, o
en los escritos de Santo Tomás.
CONCLUSIÓN
El estudio sobre el estado de la Democracia Dominicana ha
permitido reconocer importantes hallazgos acerca de la cultura
política dominicana, la percepción ciudadana
sobre el estado de derecho, la visión de los actores del
sistema
político y los problemas de la gobernabilidad
democrática, entre otros aspectos. En el presente informe ejecutivo
sólo se han presentado algunos de esos hallazgos
considerados de particular relevancia. En este sentido, merecen
destacarse algunos de estos hallazgos a modo de
conclusión.
La educación, la capacidad laboral y la fe
religiosa son las tres cuestiones que nosotros los ciudadanos
valoramos como más importantes para que el
país alcance el bienestar social, pero nada de esto se
puede obtener al máximo sin una verdadera democracia.
BIBLIOGRAFÍA
· Democracia irreal
en República Dominicana, Por Narciso Isa Conde.
· Estado de la
Democracia en la República Dominicana, Centro de Investigaciones y
Estudios Sociales -CIES-
· La democracia
dominicana, Por Flavio Medina.
Autor:
Júnior Nicolás Gutiérrez Castillo
República Dominicana
17/10/2008
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